Thursday, September 13, 2007

La sombra del caudillo




Ya terminé La sombra del caudillo de Martín Luís Guzmán y lo que más me llamó la atención fue lo siguiente:

Lo homoerótico. No fui la única que notó ciertos versos como por ejemplo este:

“Aguirre iba evocando más y más, conforme la velocidad crecía, la mirada que acababa de fijar en él Axkaná. Evocó sus últimas palabras, su sonrisa, y casi sin sentirlo, de esa evocación se deslizó a la de Rosario. Mejor dicho: ambas evocaciones fueron una sola, una donde se entretejieron inseparables los dos motivos. Los sentía Aguirre moverse uno dentro del otro; y dejándose agitar por ellos simultáneamente, se iba hundiendo en un estado de imaginación extraña y de voliciones confusas” (6).

Axkaná es su mejor amigo y Rosario es su amante.

El discurso que justifica la corrupción.
Está escrito a la perfección. ¿Cuántas veces alguien en Asunción escuchaba yo como me respondían de la manera exacta?

“…La calificación de los actos humanos no es sólo punto de moral, sino también de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes. ¿Se premia entre nosotros, o se respeta siquiera al funcionario honrado y recto, quiero decir al funcionario a quien se tendría por honrado y recto en otros países? No; se le ataca, se le desprecia, de le fusila. ¿Y qué pasa aquí, en cambio, con el funcionario falso, prevaricador y ladrón, me refiero a aquel a quien se calificaría de tal en las naciones donde imperan los valores éticos comunes y corrientes? Que recibe entre nosotros honra y poder, y, si a mano viene, aun puede proclamársele, al otro día de muerto, benemérito de la patria. Creen muchos en México que los jueces no hacen justicia por falta de honradez. Tonterías. Lo que ocurre es que la protección de la vida y a los bienes la imparten aquí los más violentos, los más inmorales, y eso convierte en una especie de instinto de conservación la inclinación de casi todos a aliarse con la inmoralidad y la violencia…Fíjate en los abogados que defienden a nuestros reos: si alguna vez se atreven a cumplir con su deber, los poderes republicanos desenfundan la pistola y los acallan con amenazas de muerte, sin que haya entonces virtud capaz de protegerlos. Total: que hacer justicia, eso que en otras partes no supone sino virtudes modestas y consuetudinarias, exige en México vocación de héroe o mártir.” (130-131)

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